Pues sí, de nuevo la euforia por las próximas fiestas que se nos vienen encima en este mes. De nuevo la avalancha para ver las iluminaciones de las ciudades, las comilonas de la gente, el atasco del tráfico, las prisas porque hay más dinero para comprar caprichos y de nuevo los langostinos por todas las pescaderías, como si solo se degustaran en éstas fechas, los dulces de toda la vida y especiales para golosos a quiénes la glucosa y el colesterol importan un rábano, aunque lleven tomando estatinas y antidiabéticos todo el año. Qué importa, luego en enero vendrá el llanto y el crujir de dientes y la famosa cuesta que nunca desaparece.
Y la lotería?, pues la lotería es otra forma de agobio. Largas colas por conseguir el papelito de la suerte, que todos los años cambiamos por la salud con cara de decepción, sin darnos cuenta de que esa es la verdadera suerte, el primero y mayor premio.
Para muchos la Nochebuena es sinónimo de unión familiar, para otros es una evocación del recuerdo. Una mesa bonita decorada con gusto poniendo la mejor vajilla, las sillas justas esperando reunirse y el momento de degustar lo que cada uno puede, o tiene y a veces gastando más de lo que se puede o se tiene.
Para otros son días en los que empujan los recuerdos, cada vez cuesta más no entristecerse, poner un asiento menos y tragar saliva para no llorar porque ya no ves a tu madre feliz preparando las cosas con alegría, a tu hermano colocando las luces del abeto que era natural y no de plástico como los de ahora, a tu padre colocando el musgo en el belén de arcilla o de barro, al que cada año había que reponer alguna figura porque faltaba un brazo desde las Navidades pasadas.
Todo un compendio de cosas que como una película pasan por la mente y que a mí en concreto me hacen feliz. Sin embargo no me gusta nada ese afán de consumismo que hay ahora. Los tiempos cambian, pero las vivencias del pasado no quiero olvidarlas, forman parte de nuestra historia, forman parte de nuestra vida y las llevaremos prendidas en el corazón siempre, aunque muchas veces nos hagan llorar a los que seguimos siendo de lágrima fácil.
Un neurólogo de Harvard explica que quiénes lloran fácilmente tienen un sistema nervioso que procesa los datos emocionales en tiempo real, lo que significa que su cerebro conecta emociones y lógica de manera instantánea. Las personas que lloran rápido NO son inestables, pueden reflejar una mente emocionalmente inteligente y conectada, son perceptivas, conscientes de sí mismas y neurológicamente preparadas para la conexión y la prevención de conflictos.
No somos débiles por llorar.
Feliz Diciembre amigos.





